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A lo largo de la historia de las religiones estas siempre han estado repletas de detalles y practicas curiosas que rozan lo absurdo, y el cristianismo no iba a ser menos. De entre las cosas más curiosas de la doctrina están las reliquias que han servido desde improvisado macguffin de películas de aventuras (como el Santo Grial) a recursos de videojuego (como en el Age of Empires). Durante siglos la iglesia favoreció el mercadeo de todo tipo de curiosidades y despieces de sant@s y del mismo Jesús, como hacen las editoriales con los coleccionables a principios de septiembre. Y no se crean que sólo se trata de recuerdos de la crucifixión o santos recuerdos. No, hay cosas muuuuy raras. La cola del asno que llevó a Jesús, la santa leche materna de la Virgen o un estornudo del espíritu santo.

Pero de todas las reliquias hay una que merece un espacio especial en te meto un gameto y por ello hemos mandado a nuestro arqueólogo en plantilla, el Dr. Henry Chimp Jr. en busca de

EL SANTO PREPUCIO

Es bien sabido que Jesús no era cristiano (cosa lógica) sino judío y que los judíos a tierna edad son sometidos a un pintoresco rito conocido como circuncisión. El origen y propósito de este rito es tema para otra investigación, baste con aclarar que se trata de la extirpación más o menos quirúrgica del prepucio del varón.

Claro, siendo Jesús quien fue el susodicho trozo de carne comenzó su propia andadura vital por el orbe. Por supuesto el santo pellejo adquirió poderes místicos y no tardaron en surgir dudas físico-teológicas al respecto de sus propiedades que debemos abordar previo a su búsqueda. Cuando Jesucristo ascendió a los cielos ¿el prepucio se quedó aquí o ascendió con él? Y tras la resurrección regresó a su cuerpo milagrosamente como los puños de Mázinger después de un ataque o se quedó por ahí dando el coñazo como la mano de Ash en “Evil Dead”. Esta disputa se resolvió decidiendo que el prepucio era prescindible, como lo eran el cabello y las uñas que se cortó durante su vida, así como la sangre que vertió. Así mismo el propio Jesús en el nuevo testamento "cuando resuciten de los muertos, ni se casarán ni se darán en casamiento, sino serán como los ángeles que están en los cielos", esto sugiere que los muertos resucitados (¿zombis y vampiros incluidos?) podrían tener ciertas diferencias anatómicas que hacen innecesario el regreso del trocico de piel.

Por tanto el bendito capullo sigue todavía por ahí. O no, porque la costumbre judía es enterrar los restos de la “operación”. Pero claro, tratándose de “the chosen one” surgen las leyendas. Así un evangelio apócrifo árabe asegura que María se lo regaló a la matrona que lo metió en un frasco de alabastro lleno de nardos (sería para camuflar) y se lo dejó a su hijo con la orden explicita de no perder el preciado souvenir. Pero claro se ve el tema adquirió valor cual cromo de Maradona en el mundial del ’86 y el tipo no pudo evitar deshacerse del susodicho nardo.

Siete siglos más tarde, la reliquia llegó a San Gregorio Magno de manos de un ángel (que lo habría cambiado por otra cosa porque no creo que los ángeles se dediquen a robar). El santo lo regaló al Papa León III la noche de navidad del año 800 (mira que regalar un prepucio), cuando éste fue coronado como emperador del Sacro Imperio Romano. La reliquia debió de permanecer en la iglesia de San Juan de Letrán de Roma durante otros siete siglos, hasta el saqueo de Roma de los lansquenetes. Su rastro desaparece de las crónicas hasta aparecer en un establo de Calcata (en la región del Lazio), donde un soldado lansquenete hecho prisionero había logrado ocultarla durante siglos.

Pero claro, hay más sitios que reivindican la posesión de la reliquia. La abadía de Charroux, la abadía de Coulombs, la Basílica de San Juan de Letrán de Roma, la catedral de Le Puy-en-Velay, la ciudad de Amberes, y las iglesias de Besançon, Metz, Hildesheim y, cómo no, Santiago de Compostela. El escritor renacentista Alfonso de Valdés afirma haber visto personalmente la reliquia "en Roma y en Burgos, y también en Nuestra Señora de Amberes”. Se ha señalado que tras las Cruzadas circulaban por Europa hasta 14 reliquias identificadas como tal. Lo cual nos lleva a dos posibles soluciones o 13 de ellas eran falsas o el crío tenía una trompa de elefante entre las piernas.

Pero el SP no viajó solamente en formato físico, se dedicó a hacer también milagrosos viajes astrales. Santa Catalina de Siena aseguraba que, durante sus éxtasis místicos se le aparecía Jesús que la pedía en matrimonio y le ponía en el dedo nada más y nada menos que, tachán-tachán, su prepucio amputado como anillo de bodas. El dedo anular de la santa llegó a ser posteriormente también una reliquia.

La cosa no acaba ahí porque Sor Agnes Blannbekin, monja vienesa de siglos XVII-XVIII, describía que, durante el día de la Circuncisión (1 Enero) podía sentir el SP materializarse en su boca (madre mía). Su párroco escribió como ella: “sintió un pellejito, como la cáscara de un huevo, de una dulzura completamente superlativa, y se lo tragó. Apenas se lo había tragado de nuevo, sintió en su lengua el dulce pellejo, y una vez más se lo tragó. Y esto lo pudo hacer unas cien veces…”. Si alguien inventa un chicle así se forra.

Y no la ciencia se libró del poderoso ente pues a finales del XVII, el erudito León Alacio en su obra De Praeputio Domini Nostri Jesu Christi Diatriba ("discusión acerca del Prepucio de Nuestro Señor Jesucristo") especulaba con la idea de que el Santo Prepucio pudo haber ascendido al Cielo al mismo tiempo que Jesús y se habría convertido en los anillos de Saturno, que se habían observado recientemente usando telescopios.

Actualmente el culto al prepucio ha sido abolido por la iglesia oficial, a pesar de que muchos (como por ejemplo la llamada “Academia Preputológica) han intentado restaurarlo.